domingo, 22 de octubre de 2017

BLADE RUNNER 2049 (Denis Villeneuve, 2017)




Han pasado 35 años luego del estreno de Blade Runner (Ridley Scott), la película de ciencia ficción más impactante de los 80s y que se convirtió con el tiempo en un referente obligado del género. Una obra visionaria, de múltiples lecturas y significados, deslumbrante visualmente y de una profundidad conceptual que cobra mayor relevancia hoy en un mundo dominado por las nuevas tecnologías, la automatización y el individualismo. Blade Runner 2049 representa la continuación de ese futuro incierto, apocalíptico y represivo en el que las corporaciones tecnológicas lo dominan todo dando paso a un submundo de marginalidad y decadencia donde los humanos y “no humanos” luchan por sobrevivir. Una “ficción” muy similar a la ideada por Fritz Lang hace 90 años (Metrópolis). Más allá de las virtudes, aciertos y belleza de la película, la gran interrogante es si Blade Runner 2049 es de verdad una película “distópica”,  “futurista” e imposible de imaginar en una realidad cercana a la nuestra. ¿Podemos sentir o pensar como un replicante?.




Es el 2049. A diferencia del 2019, época en que transcurren los hechos de la película inicial,  los replicantes pertenecen a un prototipo avanzado que les hace vulnerables y obedientes, forman parte de la sociedad y no tienen fecha de caducidad. Las unidades blade runners continúan cazando androides inteligentes pero de versiones anteriores. En medio de ese universo de sonidos metálicos, tridimensional y desolado en el que habitan todo tipo de "seres", surge la figura de K (Ryan Gosling), un oficial replicante que trabaja para la policía de Los Ángeles (LAPD) a órdenes de su superior Joshi (Robin Wright). Su único disfrute le proporciona Joi (Ana de Armas), diminutivo de Joy (alegría), un holograma de silueta femenina que viene a ser su novia virtual.  A raíz del “retiro” de un replicante se descubre un hecho que desconcierta a todos y que podría acabar con el “orden” establecido: los replicantes pueden engendrar. Joshi le ordena a K eliminar cualquier rastro que sirva de evidencia. Es así que el oficial del LAPD tiene contacto con la mayor empresa de bioingeniería del mundo, Wallace Corp dirigida por el “iluminado” Niander Wallace (Jared Leto) a través de su principal ejecutiva Luv (Sylvia Hoeks), un magnífico prototipo diseñado por el propio Wallace. Consciente de cumplir con su misión y de ser capaz de “sentir” cierto nivel de apego, K se encuentra en una encrucijada, algunos recuerdos de su “niñez” se revelan como verdaderos y decide encontrar a la única persona que podría darle respuestas: Rick Deckard (Harrison Ford), el protagonista de Blade Runner.                 


Los universos fílmicos en los que se basa y utiliza Villeneuve son de una trascendencia que evoca lo metafísico y espiritual. El gran director canadiense nos introduce en una historia de una realidad y plasticidad que podríamos llamar casi única si no rescatase para sí lo mejor de la película original de 1982, logrando una fuerza visual de igual impacto y una completa correspondencia con el imaginario futurista creado por Ridley Scott, por eso, esta secuela es perfecta, se mueve dentro del mismo concepto, técnica y complejidad que convierte a Blade Runner en una saga memorable. Desde la temática misteriosa, reflexiva y cautivante; el impresionante lenguaje fílmico, es decir, la ilusión de captar una imagen y hacerla perdurable y pura hasta la capacidad de moldear escenarios y arquetipos donde la luz y el color sirven de lienzo y cada plano es una obra de arte. Igual valor tienen el tiempo y las dimensiones sonoras que se estiran para crear el resplandor y el efecto exacto y producir aquel momento mágico donde todo parece ser celestial y aterradoramente humano.




Las atmósferas y los climas sombríos de contaminación, radiación y muerte se contrastan con las imágenes corpóreas, de siluetas en luces de neón, virtuales y reales, humanas y robóticas que están en constante movimiento y trance. Los sonidos metálicos y electrónicos de las grandes urbes desentonan con el silencio de las zonas inhabitables impregnadas de miseria y desazón. Esta es una película donde las disonancias son tan relevantes como las armonías. Por eso, los replicantes transitan en un mundo imperfecto, caótico, impredecible, solitario, donde rescatar lo más humano debe ser un acto heroico, de profundo sacrificio y al parecer los únicos llamados a generar este cambio son los “no humanos”.



K es un replicante que tiene dudas y confrontaciones con su lado más humano y no cesa de preguntarse qué es en realidad, cuál es su sentido en la vida, si vale la pena hacerse esas preguntas constantemente y si la respuesta no es quizá una puerta abierta de dimensiones cósmicas. En ese sentido, la gran interrogante de la película continúa siendo en qué radica la humanidad. La misma pregunta que nos hacemos a menudo y que quizá seamos incapaces de responder en el 2049 sentados en el sofá y acariciando la etérea silueta de nuestro perfecto amor en forma de holograma. Somos los próximos replicantes a cazar.  


 El virtuosismo técnico, la fotografía y el BSO con delicadas reminiscencias al compuesto por Vangelis, la convierten en toda una experiencia de potente dinamismo y constante perturbación. Sumado a ello habría que resaltar las profundidades temáticas de carga filosófica que recaen en un nivel de introspección de los personajes propias del cine de Tarkovski. Algunas escenas de la película hacen recordar a los universos decadentes y filosóficos que se observan en Solaris o Stalker. El relato es solemne, épico, de largos planos y algunos silencios pero también de un preciosismo pertinaz.            


Blade Runner 2049 es una secuela brillante, reflexiva y contemplativa. Una película que moldea la realidad con rasgos tecnológicos y virtuales afín a nuestros tiempos donde los límites de la realidad son cada vez más discutibles y la diversidad y el escepticismo son la regla. Todo bajo el halo inspirador de un director que le imprime a su cine toda la intensidad, elegancia y belleza. La mejor película del 2017 hasta la fecha.   



BLADE RUNNER 2049  TRAILER



domingo, 8 de octubre de 2017

YOUTH (Paolo Sorrentino, 2015)




En el 2013 el director y escritor napolitano Paolo Sorrentino sorprendió a todos con su excelente película “La Gran belleza”, todo un homenaje a Fellini, Roma, el pasado, la decadencia y la creatividad como alicientes de la condición humana. Jep Gambardella (un extraordinario Toni Servillo) es un “viejo” escritor que busca el sentido en su vida, algo que aún le motive más allá de toda regla y convencionalismo que es incapaz de descifrar preguntándose asiduamente si en medio de toda la frivolidad y el desencanto que le rodea puede aún existir la verdadera belleza. Para ello Sorrentino recurre a lo más espectacular, fantástico y acaso exagerado. Youth es algo distinta. Es menos festiva y más reflexiva. Sorrentino deja atrás los excesos y la efervescencia y se decanta por un relato más sosegado e intimista poblado también de personajes solitarios, frustrados y auténticos. Youth es una hermosa película llena de matices, colores y emociones basada en un libro del mismo director.




Fred Ballinger (Michael Caine) es un compositor retirado que pasa unas vacaciones en un lujoso hotel en medio de los Alpes Suizos, una suerte de paraíso terrenal. Junto a él se hospeda su mejor amigo Mick Boyle (Harvey keitel), un importante director que busca la inspiración para terminar su última película, su hija Lena Ballinger (Rachel Weisz) que acaba de sufrir una decepción amorosa, un actor famoso con el que hace amistad (Paul Dano) y una serie de personajes que parecieran salir de un libro de Cortázar, Rulfo o Gabo como un monje budista que levita de vez en cuando, una pareja que nunca habla y un ex futbolista argentino obeso y tatuado con el rostro de Marx. Fred entiende que en el ocaso de su vida, los amigos y la familia son vitales aunque se siente atrapado en medio de la rutina y la belleza del momento. Al final, un hecho trágico e inesperado termina por replantear el mundo de Fred.       




Entre la historia de Fred, su negativa a dirigir a una orquesta nuevamente, sus secretos y temores, sus extraños silencios y la relación con su hija y Mick se desarrolla un drama firme, correcto, intenso, salpicado de diálogos inteligentes de fino humor y reflexiones llenas de sapiencia y nostalgia. Youth es una película que brilla, ilumina y eriza los vellos, está llena de imágenes excitantes, impecables y turbadoras. La narrativa es muy fluida y los planos muy simétricos. Sorrentino hace gala de su lenguaje visual vibrante y colorido, de composiciones muy cuidadas y música trascendental que encaja perfectamente con los escenarios, la naturaleza y el drama que encierra cada personaje.    




La espectacular belleza del paisaje y el aparente clima de tranquilidad que cubre todo se entrecruzan con los dilemas y la fragilidad emocional de los huéspedes que parecen habitar un mundo ajeno a todo - más espiritual - pero en el fondo tocado por las mismas sombras, turbiedad y malicia del mundo “real”. Los personajes de Fred y Mick son dos artistas casi octogenarios ya realizados que quieren llevar la fiesta en paz así que se dedican a platicar sobre sus deseos, faltas, anécdotas y fantasías y a pensar en lo que no se dijo, no se hizo ni sintió.  A soñar y recordar más que a vivir.



Youth es una película surrealista, fascinante, sensorial y profunda. Narrada con acierto y soltura. Lo que busca Sorrentino es eternizar una imagen y detenerla en el tiempo para disfrutarla como si fuese una última experiencia. Una película de dramas circulares y magníficas reflexiones sobre la belleza, la muerte, los vacíos y la incertidumbre de la vida. Una de las mejores películas europeas de los últimos tiempos. 


YOUTH TRAILER 



domingo, 24 de septiembre de 2017

THE HUNT (Thomas Vinterberg, 2012)




El gran realizador danés Thomas Vinterberg, uno de los fundadores del Dogma 95 e íntimo de Lars Von Trier, rescata para sí lo mejor del movimiento y su cinematografía para entregarnos una obra sumamente dura, desgarradora, tensa, de una violencia soterrada, siniestra y perfectamente narrada. Vinterberg nos ofrece un drama escabroso y lo aborda desde una perspectiva puramente emocional, instintiva, supersticiosa y acaso, “inquisidora”, en el sentido de que se intenta “mandar a la hoguera” a una persona sin justificación y fuera de toda norma. ¿Qué puede ser más aterrador que el ser humano encerrado en sus dogmas  y prejuicios?.


Lukas (Mads Mikkelsen) es un profesor de escuela infantil que vive en una zona rural de Dinamarca. Es una persona afable con los niños y desconfiado con los adultos. Klara (Annika Wedderkropp) es una niña perspicaz y que vive en un ambiente familiar extraño, hija del mejor amigo de Lukas, Theo (Thomas Bo Larsen). Una mañana Klara acusa a Lukas de acoso sexual y todo cambia. La vida solitaria de Lukas, el abandono de su mujer, las continuas idas de Klara junto a él, su carácter pasivo y complaciente, todo lo que le rodea conspira contra él y le hace culpable. En el devenir de los hechos somos testigos estupefactos de los sufrimientos de Lukas junto a los pocos seres queridos que tiene, su hijo Marcus (Lasse Fogelstrom) por ejemplo, en su intento de revelar su verdad al mundo. 



Si esta película lo hubiese dirigido un director formal, simplista y con una clara vena comercial, el resultado hubiese sido muy diferente. T. Vinterberg le imprime toda la sutileza, crudeza, imaginería y fascinación a una historia de por si polémica y lo hace a través de una serie de escenas y planos muy inquietantes aunque deslumbrantes. El director danés trata el tema de  la pederastia de manera inusual, invierte los papeles de víctima y victimario y convierte un drama íntimo en un conflicto social y belicoso, capaz de desencadenar tragedias insospechadas. Los climas turbios, la cámara en mano, la falta de “academicismo”, la resolución directa, desdramatizada y vertiginosa de los hechos hacen de esta película muy encomiable, inteligente y audaz aunque penosamente destinada a un público escaso




Una película sin grandes sobresaltos, pero intensa, sobria, con un ritmo preciso y una secuencia de hechos que incomodan, hieren y buscan la introspección. Por un lado, en qué clase de sociedad tan fragmentada como la que aparece en la ficción podemos vivir. Una en la que el fanatismo ciego vivifica lo peor del ser humano al no escucharnos ni tolerarnos y reducirnos a todos a nuestra condición de animales y salvajes capaces de todo tipo de atrocidades. O quizá un tipo de sociedad en la que el acercamiento de un adulto con una niña implica únicamente perversión sin dejar espacio para la amistad y el contacto humano que merecemos desde pequeños.



Al margen de los atributos cinematográficos y el trasfondo social que pudiera tener una película como The Hunt, es un claro acierto la presencia de Mads Mikkelsen, el extraordinario actor de Hannibal (2013-2015) que construye aquí un papel diametralmente opuesto al refinado sicópata caníbal de la serie. La actuación de Mikkelsen es brillante y potente. El personaje de Lukas es brutal. Un ser introvertido, sobrio, melancólico y digno, que no realiza el mínimo esfuerzo por defenderse ya que piensa que su integridad y verdad está por encima de lo que puedan pensar o sentir el resto, craso error en un mundo donde las apariencias y los estereotipos son aún muy valorados. Hay varias escenas que son memorables. La escena donde Lukas entra a una carnicería una y otra vez hasta que logra que le atiendan es de una impotencia total.      




The Hunt es una película brillante, conmovedora, controversial y de una tensión emocional que provoca reacciones inimaginables. Narrada con perfección y brillo, desarrolla un drama que incomoda pero a la vez sirve como un espejo para observarnos y aterrarnos de lo que somos capaces de hacer a raíz de nuestras fobias y sospechas más profundas. Una auténtica obra maestra que hay que ver y sentir al máximo.


THE HUNT (LA CAZA) TRAILER 




   

domingo, 30 de julio de 2017

CHICAMA (Omar Forero, 2012)


 

César Castillo (José Sopan) es un joven que vive en Cascas, un pueblo de la serranía peruana a la espera de cubrir una plaza de maestro de escuela en la ciudad capital de Trujillo. Su inexperiencia y la fuerte competencia hacen que acepte un puesto en Santa Cruz de Toledo, un pequeño centro poblado alejado del mundo, como maestro de la única escuela de la zona. La pobreza y el frío ahí contrastan con la calidez de sus habitantes y la belleza del paisaje. Luego de unos días llega Juanita (Ana Paula Ganoza), una joven profesora natural de Trujillo con la que César se relaciona al igual que todos hasta que es rescatada por su madre. Tras pasar unas cortas vacaciones César tendrá que elegir entre seguir su camino o volver a Toledo. Película  de múltiples referencias, minimalista, de planos fijos y duraderos, Chicama es la obra de un director de mucho talento y oficio que a pesar de contar con recursos limitados es considerada por muchos como la mejor película peruana del 2012.


El director trujillano se nutre de los influjos del cine de directores tan “naturalistas” como Kaurismaki, Jarmusch o los Dardenne, para realizar una película rodada a manera de un documental, libre de dramatismos, artificios y fuera de todo afán aleccionador. Un cine más bien contemplativo que busca una mirada serena y diáfana de la realidad. El protagonista es un joven que como muchos jóvenes en su condición busca trabajo en la gran ciudad para salir del atraso y se ve obligado a transitar por experiencias de todo tipo, desde servir en una escuela rural, disfrutar del mar, tomarse unas cervezas en la calle hasta bailar con una linda profesora, pequeños “anécdotas” que observamos con disimulo sin saber exactamente cómo reaccionar. Algunas de las historias son fragmentarias como los amigos que nunca volvemos a ver o las personas que nos marcaron pero desaparecieron con el tiempo. 


Chicama es una película de simbolismos, silencios y elementos muy básicos donde todo fluye de manera rutinaria y simple. La relación de César con la naturaleza se basa en el contacto humano y el hecho de pertenecer a una comunidad para afianzar lazos con el otro. César no es infeliz pero se siente atrapado. Su espacio de acción es mínimo, pero decide actuar y continuar sin saber exactamente qué le depara el futuro. La escena en la que Juanita le pide que le cuide mientras orina es de suma vitalidad para él, le permite por lo menos “intimar” con ella sabiendo fatalmente que no podría ir más lejos.


Lo que busca Forero es transmitir sensaciones a través de una historia de aprendizaje narrada con total espontaneidad, por eso, los diálogos son casi improvisados, las locaciones son reales, las luces artificiales no existen y  los actores no son profesionales. Tambien hay un transfondo social importante que tiene que ver con la educación, la falta de empleo, el drama de los migrantes, etc. La historia de César guarda cierta similitud con la fabulosa cinta de Zhang Yimou, “Ni uno menos”. Si bien ambas nos muestran una dura realidad y las  desigualdades extremas de los ámbitos rurales, “Ni uno menos”, nos da  una gran leccion de vida, a diferencia de Chicama, cuya intención es simple:  contar las aventuras de un joven provinciano camino hacia la adultez.


Chicama es una película cálida, pausada, profunda y luminosa. Utiliza una narrativa que sigue el ritmo del espacio andino donde el tiempo se detiene y todo se vuelve más errante, íntimo y nostálgico. Una de las mejores películas del cine peruano cuya originalidad marca el camino de uno de los directores más importantes de la actualidad que hay que seguir con atención. 


CHICAMA  TRAILER



martes, 25 de julio de 2017

LAURENCE ANYWAYS (Xavier Dolan, 2012)




En una de las escenas más llamativas de Laurence Anyways, un profesor de literatura se presenta a su instituto y recorre el largo camino hacia la cafetería vestido de mujer ante la mirada atónita de muchos estudiantes. Uno de sus colegas se acerca y le dice: “¿Qué intentas, una revuelta?” y él/ella le responde: “No. Una revolución”. Transgresora hasta cierto límite, llena de matices, colores, música y escenas liberadoras, al igual que efectista y excesiva por momentos. Se podrían mencionar muchos atributos y desaciertos sobre la película pero ante todo, Laurence Anyways es un drama complejo y humano, que posee una estética provocativa y que confirma el talento de uno de los directores más prometedores de la actualidad: Xavier Dolan.             




Narrada con una intensidad inusual y con cambios de ritmos casi asfixiantes, la película del director canadiense se inicia con la frase de un escritor desafiando a las personas que cuestionan todo lo que consideran fuera de lo “normal” y busca que los demás traten de entender “su lenguaje”. Un mensaje directo al espectador. Luego de ello, conocemos a los protagonistas, Laurence Alia (Melvil Poupaud), un profesor y escritor y Fred Belair (Suzane Clément), una asistente de producción de Tv y cine. Ambos viven un tórrido y auspicioso romance que se trasluce en imágenes excitantes y música pop hasta que Laurence le confiesa a ella que es transgénero y que siempre se ha sentido una mujer pero que aún así la ama con todo el corazón. En un inicio Fred intenta sobrellevar la relación, incluso decide apoyar la “transformación” de Laurence, pero más tarde se da cuenta que continuar con él es casi imposible y decide separarse para iniciar una nueva vida. En el transcurso de una década somos testigos de la historia de ambos, separados por la distancia pero unidos por los recuerdos, sentimientos, deseos, melancolías y la ilusión por verse. Las  pocas veces que logran reunirse son determinantes para darnos cuenta que lo suyo es un amor romántico y trágico que va más allá del tiempo y la sexualidad de sus protagonistas.      




Xavier Dolan posee un estilo único, utiliza una narrativa fluida, vibrante e irregular por ratos aunque con varios toques de frescura y originalidad que convierten la película en una experiencia completamente sensorial, mágica y espiritual. La música es uno de sus mayores aciertos que sirven de nexo con la linea narrativa de la historia e intensifican la intimidad del momento dramático para otorgarle ligereza y frenesí. La cámara en mano, la espontaneidad y el realismo de los diálogos, los planos cortos, la fotografía colorida, etc., todo es muy seductor y penetrante.  Xavier Dolan se vale de ello y más para conseguir envolvernos en su historia e identificarnos con sus personajes. Quizá el montaje sea algo excesivo pero la línea argumental es verosímil. Hay momentos de mucha belleza y un refinado manejo de la imagen que lo emparentan con el cine de vanguardia de directores claves como Godard y Almodóvar. El videoclip con la canción “Fade to Grey” de Visage es uno de los momentos más lúdicos, brillantes y emotivos de la película. Aquí Fred se desinhibe y se libera de las ataduras de su relación con Laurence, la música hace eco de su sentir y de su desdichado devenir, de hecho, marca el final de la primera parte de la película, aquella en la que los amantes se separan.



La parte final de la película es más reflexiva y nostálgica. Llena de referencias del pasado, lugares comunes, momentos de luz y oscuridad. Fred vive con un hijo y con un marido pero alejada de todo al igual que Laurence que vive con una mujer a la que no ama. Ambos están solos a la espera de que algo realmente motivador e inspirador les ocurra. El final es un alegato en favor de la igualdad y la diversidad, nos recuerda que detrás de cada cuerpo y sexo hay una persona con sentimientos, valores y racionalidad que es única y cuya esencia va mas allá de cualquier tipo de género. Un discurso motivador y controversial aún en la actualidad. De ahí el título traducido de la película: “Laurence, de cualquier forma”, sea hombre o mujer, sigue siendo Laurence Alia.



Laurence Anyways es una película fascinante, potente y triste. Narrada con total libertad y con una estelización de los momentos dramáticos muy cautivadora. Una historia de amor terrible, insólita e intensa, de esas que solo ocurren en las películas y que son capaces de sobrecogernos por horas. De paso, toca un tema polémico que hay que ver de frente con tolerancia y paciencia. Una de las mejores películas de la década hecha por uno de los directores más vanguardistas y jóvenes de la actualidad.  


LAURENCE ANYWAYS  TRAILER




domingo, 25 de junio de 2017

PIETA (Kim Ki-Duk, 2012)




En la Piedad, Miguel Ángel retrata a la Virgen María sosteniendo el cuerpo de Cristo Crucificado, una imagen que nos habla de la compasión, la muerte, el martirio y el perdón, sentimientos que son cruciales dentro de la filmografía de uno de los autores más fascinantes del cine asiático: Kim Ki-duk. En esta película el aclamado director surcoreano hace honor a su cine y nos presenta un descarnado drama acerca de un siniestro cobrador y la culpa que le atormenta por el hecho de poder perder a la madre que acaba de conocer. Las películas de Kim Ki-duk son como fábulas budistas donde la violencia, la soledad, la culpa, la obsesión y el amor son algunas de las aflicciones por las que todo ser humano, (sobre todo, los marginales) han de transitar. Estos grandes temas, así como el lenguaje íntimo y la complejidad de la historia hacen de la película una experiencia a la vez intensa, perturbable y sobrecogedora.



En las primeras escenas observamos a Lee Kang-do (Lee Jung-jin), recostado sobre la cama y dándose placer a sí mismo para luego salir en busca de un “cliente”  y quebrarle el brazo con tal de cobrar el seguro y saldar la deuda. El protagonista es un ser solitario, insensible, completamente despreciable y violento que es capaz de cometer las mayores vejaciones posibles con tal de “hacer su trabajo”. Para esto, recurre a los métodos más extremos llegando a traumatizar a las personas y dejarles lisiados de por vida, sin considerar que la mayoría de éstas viven en guetos bajo condiciones laborales paupérrimas muy similares a las que podríamos encontrar en un país tercermundista. Un día, una mujer quien dice ser su madre Mi-son (Jo Min-su) llega ante él y todo cambia. La relación que logra establecer con la enigmática mujer y el clímax derivado de ésta convierten la trama en un tragedia de proporciones épicas.



Kim Ki-duk, como buen autodidacta y un ferviente admirador del cine francés (Godard, Truffaut, Leos Carax, etc.) nos ofrece una película rodada como un documental, utilizando una cámara en mano por momentos nerviosa al pulso de la línea dramática llena de angustia y desazón, sobrellevando el eje narrativo de manera concisa, escrupulosa y atenta a los detalles más mínimos y sórdidos, muy recurrentes en su cine (la sangre, los lugares  claustrofóbicos, las mujeres misteriosas, los animales sacrificados, etc.). Todo el conjunto está lleno de atmósferas que alimentan el contraste, la ilusión, el silencio, los climas sombríos y  la incomunicación entre sus protagonistas. El espectador de Kim Ki- duk se hace cómplice de la imagen por más dura que sea y se somete a la historia a la espera de una resolución total. Sólo los grandes directores logran eso.

 


La piedad del título es un claro contraste con el vacío emocional y la falta de compasión de Kang-Do, una persona que como explica su supuesta madre en reiteradas veces: “la falta de amor lo hizo así”. Pero la historia va más allá. Lo que retrata el director surcoreano es un sistema social y económico caótico y miserable capaz de destruir la dignidad de las personas a cualquier precio y deshumanizarlos por completo. Hay una mirada muy crítica que se hace evidente en una de las escenas cuando Kang-Do regresa a casa y le dice a la mujer que vive con él, “¿Qué es el dinero?” y ella responde: “¿dinero?, el comienzo y el fin de todas las cosas, amor, honor, violencia, furia, odio, celos, venganza, muerte”.




Pieta es una película intensa, realista, difícil y profunda. Narrada con todo el brillo, crudeza y la estética característica de uno de los mejores directores de la actualidad, que confirma una vez más, su innata  habilidad para impresionar, conmocionar, irritar y purificar. Una gran película que cuenta con uno de los finales más desoladores.        


PIETA TRAILER 




miércoles, 31 de mayo de 2017

MARTHA MARCY MAY MARLENE (Sean Durkin, 2011)




El tema de las sectas siempre ha sido muy interesante sobre todo aquellas dirigidas a jóvenes y adolescentes que viven en ambientes de abandono, intolerancia, libertinaje y relativismo moral lo que se traduce a la vez como una representación de la crisis actual de la sociedad moderna. En la película Martha Marcy May Marlene, título por demás sugestivo, se hace eco de estos temas y se narra la experiencia personal de una joven que vive en una “comunidad” por dos años, provista de “lazos familiares” pero vulnerable al fin a todo lo que ahí pueda suceder. El título hace referencia también a los estados de conversión al que puede ser sometido una persona que pasa por una experiencia similar: Martha, Marcy May y Marlene.


En el comienzo de la historia observamos a Martha (Elizabeth Olsen), la integrante de una secta a las afueras de la ciudad, angustiada y afectada huyendo del lugar y refugiándose en una casa familiar al lado de su hermana Lucy (Sarah Paulson) y su novio. A medida que la protagonista intenta llevar una nueva vida, el pasado le persigue y se hace presente a través de flashbacks muy lúcidos, algunos de buenos momentos, y otros, la mayoría acaso, de recuerdos infelices que quisiera borrar de su memoria. Ella empieza a confundir la realidad y su comportamiento inestable con serios ribetes de paranoia la convierte en un peligro para todos. Lucy decide internarla en un hospital y la película concluye con un final imprevisto, abierto y drástico,  que nos deja atónitos y absortos por unas horas.    




Las vivencias de Martha se conectan con momentos claves que vive en la actualidad en la casa de campo, a través de la técnica de la analepsis, lo que le confiere un mayor grado de suspenso y tensión dramática a la trama. Ambas historias, la del presente y el pasado, suceden en el campo, alrededor de los árboles para apaciguar los ánimos y darle un aire de “normalidad” y “sobriedad” al relato, y a la vez  sentir  que el ritmo se desacelera y los sonidos naturales retumban. Esta es una película de aprendizaje invertido, de falsos principios, de etiquetas y simbolismos, de miedos y delirios que pueden ser el detonante para mayores tragedias. Por eso vemos a un personaje tan fascinante como el de Patrick (John Hawkes), el hábil y carismático líder de la secta que enseña a los jóvenes el valor de la vida en grupo, el camino del sosiego y la complacencia, pero también del nihilismo, de la violencia soterrada (la escena en la que atacan a una persona que lleva una vida “común” es de terror y desvela una rabia incontrolable) y del fanatismo que le hacen repetir frases “motivadoras” que no distan mucho de las que pueda usar cualquier yihadista: “sabes que la muerte es la parte más hermosa de la vida, porque todos la tememos, y el miedo es la emoción más hermosa de todas porque nos permite crear conciencia”            




Martha Marcy May Marlene, como dije al inicio, revela también un proceso de adoctrinamiento típico de cualquier secta. Martha, la joven que huye de casa tras la muerte de su madre sin metas ni ambiciones, que sólo quiere vivir el momento y aprender todo tipo de “experiencias” es también, Marcy May, la joven que forma parte de una “familia” de estrictas normas, la que come sólo con mujeres y aprende una labor doméstica, la que pasa por el rito de “iniciación” a través del sexo para “limpiarse del pasado y de las toxinas” y a la que dedican una hermosa canción (una de las escenas capitales de la película) donde le dicen “Marcy, eres sólo una pintura”, y es finalmente, Marlene, la chica conversa que usa un seudónimo para promover la muerte.    



Martha Marcy May Marlene es una película inquietante, introspectiva, silenciosa y con un discurso muy potente. Posee escenas fascinantes y sofocantes, cuidadas al milímetro para impactar e incomodar. Puede interpretarse por igual como un hábil e inteligente estudio sobre la naturaleza humana, la moral y el comportamiento sectario y como un thriller sicológico con elementos del terror. Una joya del cine independiente que merece verse, con un final ambiguo y que cuenta con una brillante actuación de Elizabeth Olsen, la más pobre aunque la más talentosa de las hermanas Olsen. 


MARTHA MARCY MAY MARLENE   TRAILER





miércoles, 10 de mayo de 2017

A GIRL WALKS HOME ALONE AT NIGHT (A. L. Amirpour, 2014)





Interesante debut de la realizadora de procedencia iraní, Ana Lily Amirpour, quien logra proyectar toda la fuerza, originalidad y simbolismo propio del cine de vanguardia en esta película y hacer de ella una obra completamente libre y deslumbrante. La directora radicada en los EEUU se nutre del cine independiente made in Usa, el cómic, la Nouvelle Vague, etc., para dar rienda a su imaginación y vena artística a través de una historia de amor silenciosa y apacible que gira alrededor del mito vampírico, rodada en un reluciente blanco y negro y en idioma persa.


En una ciudad inexistente, Bad City, una mujer vampiro (Sheila Vand) deambula por las noches con su chador y una patineta en medio de calles desoladoras y personajes anodinos en busca de posibles víctimas, de preferencia, de baja reputación. A la vez, trata de acercarse a ciertas almas solitarias y sufridas que como ella buscan un poco de consuelo. En ese transitar conoce a Arash (Arash Marandi), su alter ego, un joven de apariencia triste que vive con su padre drogadicto y con el que se vincula sentimentalmente.


 Si bien la trama se sitúa en Irán, la película fue hecha en California, en algunos parajes industriales y vacíos para emular los escenarios fríos y nocturnos de la ciudad ficticia. La luz, las sombras y la fotografía son de una importancia vital y contribuyen a crear esa atmósfera de extraña melancolía, desazón y soledad manifiesta constantemente. Igual nivel de importancia tienen los encuadres fijos  y los travellings. La cámara se acerca para mostrarnos el mundo interior de la protagonista, sus bailes, miradas y candidez y se aleja para mostrarnos su lado más oscuro acechando a sus víctimas.


Esta es una película de sensaciones y vibraciones, casi silente. Los personajes se comunican a través del tacto, el baile y el cuerpo. Por eso, la directora estira el tiempo, incluso lo detiene por momentos para envolvernos en imágenes oníricas y musicales e impregnarnos de toda su nostalgia y belleza. Si bien el ritmo es dinámico, a veces sentimos que se ajusta maravillosamente para destacar alguna escena. Por cierto, otro de los recursos claves de la película es su excelente soundtrack que va desde temas spaghetti western, hasta bandas de rock como White Lies (la escena en la que ambos protagonistas conectan entre sí escuchando el tema Death es fantástica, casi etérea) pasando por ritmos electrónicos y árabes.


No podemos dejar de lado la impecable interpretación de Sheila Vand, una gran actriz poseedora de una belleza clásica que motiva e inquieta y que encaja perfectamente en su rol de vampiresa, con esos ojos penetrantes y esa grácil silueta capaces de seducir serenamente y con el menor esfuerzo.   

A GIRL WALKS HOME ALONE AT NIGHT es una película fascinante, atrevida, hipnótica, poco convencional y sensorial. Está hecha para prescindir del tiempo, al menos por unas horas, ensordecernos con su sonoridad y silencios e iluminarnos con sus imágenes sombrías y magnéticas. Una película fantástica perteneciente al género de vampiros que desde ya pertenece a nuestra memoria visual cinematográfica.     


A GIRL WALKS HOME ALONE AT NIGHT  - ESCENA MUSICAL