Interesante debut de la
realizadora de procedencia iraní, Ana Lily
Amirpour, quien logra proyectar toda la fuerza, originalidad y simbolismo
propio del cine de vanguardia en esta película y hacer de ella una obra
completamente libre y deslumbrante. La directora radicada en los EEUU se nutre
del cine independiente made in Usa, el cómic, la Nouvelle Vague, etc., para dar
rienda a su imaginación y vena artística a través de una historia de amor silenciosa
y apacible que gira alrededor del mito vampírico, rodada en un reluciente
blanco y negro y en idioma persa.
En una ciudad inexistente, Bad
City, una mujer vampiro (Sheila Vand)
deambula por las noches con su chador y una patineta en medio de calles
desoladoras y personajes anodinos en busca de posibles víctimas, de
preferencia, de baja reputación. A la vez, trata de acercarse a ciertas almas solitarias
y sufridas que como ella buscan un poco de consuelo. En ese transitar conoce a Arash (Arash Marandi), su alter ego, un
joven de apariencia triste que vive con su padre drogadicto y con el que se
vincula sentimentalmente.
Si bien la trama se sitúa en Irán, la película
fue hecha en California, en algunos parajes industriales y vacíos para emular
los escenarios fríos y nocturnos de la ciudad ficticia. La luz, las sombras y
la fotografía son de una importancia vital y contribuyen a crear esa atmósfera
de extraña melancolía, desazón y soledad manifiesta constantemente. Igual nivel
de importancia tienen los encuadres fijos
y los travellings. La cámara se acerca para mostrarnos el mundo interior
de la protagonista, sus bailes, miradas y candidez y se aleja para mostrarnos
su lado más oscuro acechando a sus víctimas.
Esta es una película de
sensaciones y vibraciones, casi silente. Los personajes se comunican a través
del tacto, el baile y el cuerpo. Por eso, la directora estira el tiempo,
incluso lo detiene por momentos para envolvernos en imágenes oníricas y musicales
e impregnarnos de toda su nostalgia y belleza. Si bien el ritmo es dinámico, a veces
sentimos que se ajusta maravillosamente para destacar alguna escena. Por
cierto, otro de los recursos claves de la película es su excelente soundtrack
que va desde temas spaghetti western, hasta bandas de rock como White Lies (la escena en la que ambos
protagonistas conectan entre sí escuchando el tema Death es fantástica, casi etérea) pasando por ritmos electrónicos y
árabes.
No podemos dejar de lado la
impecable interpretación de Sheila Vand, una gran actriz poseedora de una
belleza clásica que motiva e inquieta y que encaja perfectamente en su rol de
vampiresa, con esos ojos penetrantes y esa grácil silueta capaces de seducir
serenamente y con el menor esfuerzo.
A GIRL WALKS HOME ALONE AT NIGHT
es una película fascinante, atrevida, hipnótica, poco convencional y sensorial.
Está hecha para prescindir del tiempo, al menos por unas horas, ensordecernos
con su sonoridad y silencios e iluminarnos con sus imágenes sombrías y magnéticas.
Una película fantástica perteneciente al género de vampiros que desde ya pertenece a nuestra memoria visual cinematográfica.
A GIRL WALKS HOME ALONE AT NIGHT - ESCENA MUSICAL
A GIRL WALKS HOME ALONE AT NIGHT - ESCENA MUSICAL
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