domingo, 25 de junio de 2017

PIETA (Kim Ki-Duk, 2012)




En la Piedad, Miguel Ángel retrata a la Virgen María sosteniendo el cuerpo de Cristo Crucificado, una imagen que nos habla de la compasión, la muerte, el martirio y el perdón, sentimientos que son cruciales dentro de la filmografía de uno de los autores más fascinantes del cine asiático: Kim Ki-duk. En esta película el aclamado director surcoreano hace honor a su cine y nos presenta un descarnado drama acerca de un siniestro cobrador y la culpa que le atormenta por el hecho de poder perder a la madre que acaba de conocer. Las películas de Kim Ki-duk son como fábulas budistas donde la violencia, la soledad, la culpa, la obsesión y el amor son algunas de las aflicciones por las que todo ser humano, (sobre todo, los marginales) han de transitar. Estos grandes temas, así como el lenguaje íntimo y la complejidad de la historia hacen de la película una experiencia a la vez intensa, perturbable y sobrecogedora.



En las primeras escenas observamos a Lee Kang-do (Lee Jung-jin), recostado sobre la cama y dándose placer a sí mismo para luego salir en busca de un “cliente”  y quebrarle el brazo con tal de cobrar el seguro y saldar la deuda. El protagonista es un ser solitario, insensible, completamente despreciable y violento que es capaz de cometer las mayores vejaciones posibles con tal de “hacer su trabajo”. Para esto, recurre a los métodos más extremos llegando a traumatizar a las personas y dejarles lisiados de por vida, sin considerar que la mayoría de éstas viven en guetos bajo condiciones laborales paupérrimas muy similares a las que podríamos encontrar en un país tercermundista. Un día, una mujer quien dice ser su madre Mi-son (Jo Min-su) llega ante él y todo cambia. La relación que logra establecer con la enigmática mujer y el clímax derivado de ésta convierten la trama en un tragedia de proporciones épicas.



Kim Ki-duk, como buen autodidacta y un ferviente admirador del cine francés (Godard, Truffaut, Leos Carax, etc.) nos ofrece una película rodada como un documental, utilizando una cámara en mano por momentos nerviosa al pulso de la línea dramática llena de angustia y desazón, sobrellevando el eje narrativo de manera concisa, escrupulosa y atenta a los detalles más mínimos y sórdidos, muy recurrentes en su cine (la sangre, los lugares  claustrofóbicos, las mujeres misteriosas, los animales sacrificados, etc.). Todo el conjunto está lleno de atmósferas que alimentan el contraste, la ilusión, el silencio, los climas sombríos y  la incomunicación entre sus protagonistas. El espectador de Kim Ki- duk se hace cómplice de la imagen por más dura que sea y se somete a la historia a la espera de una resolución total. Sólo los grandes directores logran eso.

 


La piedad del título es un claro contraste con el vacío emocional y la falta de compasión de Kang-Do, una persona que como explica su supuesta madre en reiteradas veces: “la falta de amor lo hizo así”. Pero la historia va más allá. Lo que retrata el director surcoreano es un sistema social y económico caótico y miserable capaz de destruir la dignidad de las personas a cualquier precio y deshumanizarlos por completo. Hay una mirada muy crítica que se hace evidente en una de las escenas cuando Kang-Do regresa a casa y le dice a la mujer que vive con él, “¿Qué es el dinero?” y ella responde: “¿dinero?, el comienzo y el fin de todas las cosas, amor, honor, violencia, furia, odio, celos, venganza, muerte”.




Pieta es una película intensa, realista, difícil y profunda. Narrada con todo el brillo, crudeza y la estética característica de uno de los mejores directores de la actualidad, que confirma una vez más, su innata  habilidad para impresionar, conmocionar, irritar y purificar. Una gran película que cuenta con uno de los finales más desoladores.        


PIETA TRAILER