Francia. Finales del siglo XVIII. Una mujer contrata los
servicios de una pintora para retratar a su hija antes de contraer matrimonio
con un varón Milanés. El encargo es especial ya que la pintura debe realizarse
sin que la hija lo sepa, con absoluta discreción y en el más breve plazo lo que
conlleva a un acercamiento entre ambas que terminará por desencadenar una
historia de amor trágica y bella, solo perdurable en el tiempo a través del retrato
de la mujer amada.
Película de múltiples atributos, desde la fascinante historia
de amor que se desarrolla a la par con la ejecución del retrato, primero,
dibujando los contornos, lo que se manifiesta en las primeras miradas,
diálogos, insinuaciones hasta el añadido del color y los detalles que
representan la introspección del alma, las confidencias, el amor, el sexo. La
pintora, Marianne, hace varios bosquejos, dibuja una y otra vez hasta buscar la
perfección lo que alcanza en ciertos momentos de clímax junto a Heloise, su musa, cuando se dan
cuenta que su relación es imposible y que lo único que les queda es esa
sensación de melancolía y sosiego al retratarse una en la imagen y mirada de la
otra.
También resalta la hermosa fotografía, los decorados naturales
exteriores e íntimos, la actuación de las protagonistas, la música y el mar embravecido
que se aprecia como un hermoso símil de un amor impetuoso y fugaz como las olas
del mar, todo como si fuera un gran óleo de época que retrata la condición de
la mujer obligada al casamiento y a la subordinación. Esta es una película
feminista de un halo evocador de luchas muy actuales donde todos los
protagonistas son mujeres que sufren, aman y vuelven a sufrir.
Cabe resaltar el mito de Orfeo y Euridice que ambas
protagonistas discuten y parecen revivir. Orfeo rescata a su amada del
inframundo con la condición de que no la vea hasta el final pero no puede
resistirse y la pierde, solo mantiene el recuerdo del último instante, tal como
el que buscan perpetuar Marianne y Heloise. También la última escena es sobrecogedora.
Luego de varios años, la pintora asiste a un concierto al que se dirige la
mujer que alguna vez amó con devoción pensando que la familia y la vida
hicieron que la olvide, ella, con esa duda tan marcada en el corazón y al otro
lado acaso con el mismo misterio y recelo, sola y desconcertada, la dama del retrato.
Retrato de una mujer en llamas es una película sobresaliente,
narrada con maestría y sobriedad. Una película de auto descubrimiento, intensa, que
habla de la memoria y los recuerdos, de la frustración y la pasión, de la creación
y la soledad; una llamarada del amor fugaz que hace eco con el título, pero
sobretodo, una película que reivindica el elogio al romanticismo y a la amistad.
RETRATO DE UNA MUJER EN LLAMAS - TRAILER
Un
caballo herido azotado vehementemente por su dueño defendido por el mismísimo F.
Nietzsche a plena luz del día emprende el largo y penoso regreso a casa en
medio de la vorágine y las inclemencias del clima y el entorno duro y ruinoso
de la familia que lo acoge. Un viejo, su hija y el caballo son testigos
silenciosos de una realidad que parece inmutable y frágil, donde el tiempo
parece detenerse y donde la sobrevivencia es la regla; el mito del eterno
retorno de Nietzsche de las penas y vivencias que se repiten una y otra vez se
hace manifiesto en esta película.
Los
hechos intrascendentes, el sentimiento trágico de la vida, el nihilismo y la
muerte de Dios, ecos del filósofo alemán,
son algunos de los temas que se dejan entrever y sirven de base para poder entender
la trama. Desde una papa que sirve de alimento diario hasta el caballo enfermo
y lánguido que a duras penas puede caminar y servir de herramienta a la familia,
todo narrado con un sentido de atemporalidad y realismo extremo y extenuante que
difícilmente deja indiferente al
espectador.
Para
esto el director húngaro hecha mano a la introspección y a la meditación más profunda
y detallada de los hechos a través de una serie de planos fijos donde observamos
en tiempo real escenas terrenales dentro de la cabaña como el acto de dormir,
pensar, comer, soñar, sacar al caballo y contemplar ya sea el horizonte por una
ventana sucia, la poca luminosidad de un candelabro apunto de apagarse o el
mismo vacío caótico dentro y fuera de la cabaña que parece infinito.
La
contundente sobriedad de las imágenes y el clima austero lleno de atmósferas de
constante extinción y precariedad aluden a un sentimiento de fatalidad y monotonía
que es el devenir en la película, como dijera uno de los
protagonistas: “la nobleza ha muerto y el hombre ha degradado todo”. La realidad
agobiante hostiga y la sobrevivencia es la lucidez frente a esa realidad, por
eso todo continúa y fluye a pesar del caballo que se resiste a andar, los
gitanos que roban la poca agua que queda en el pozo y el fuego de la lámpara
que se extingue llenando absolutamente todo de oscuridad.
Es
interesante que el director húngaro homenaje a Nietzsche desde su ausencia y a
través del caballo que este abraza con fuerza mostrando humanidad y compasión
ya que la anécdota es real. Desde entonces el famoso filósofo se encierra
durante 10 años y termina loco. Magnifico símil con la tragedia del caballo que
defendió y la de sus dueños. B. Tarr utiliza una fotografía en blanco y negro
intensa y llena de claroscuros como la vida misma.
El
caballo de Turin es una película arriesgada, compleja, cruda y potente en su
discurso. Una magnifica lección de filosofía y humanidad, narrada con
luminosidad y cadencia y una belleza visual que la vuelven
imperecedera.
Han
pasado 35 años luego del estreno de Blade
Runner (Ridley Scott), la película de ciencia ficción más impactante de los
80s y que se convirtió con el tiempo en un referente obligado del género. Una obra visionaria, de múltiples lecturas y significados, deslumbrante
visualmente y de una profundidad conceptual que cobra mayor relevancia hoy en
un mundo dominado por las nuevas tecnologías, la automatización y el
individualismo. Blade Runner 2049 representa
la continuación de ese futuro incierto, apocalíptico y represivo en el que las
corporaciones tecnológicas lo dominan todo dando paso a un submundo de
marginalidad y decadencia donde los humanos y “no humanos” luchan por
sobrevivir. Una “ficción” muy similar a la ideada por Fritz Lang hace 90 años (Metrópolis).
Más allá de las virtudes, aciertos y belleza de la película, la gran
interrogante es si Blade Runner 2049 es de verdad una película “distópica”, “futurista” e imposible de imaginar en una
realidad cercana a la nuestra. ¿Podemos sentir o pensar como un replicante?.
Es el
2049. A diferencia del 2019, época en que transcurren los hechos de la película inicial, los replicantes pertenecen a un prototipo avanzado que les hace
vulnerables y obedientes, forman parte de la sociedad y no tienen fecha de
caducidad. Las unidades blade runners continúan cazando androides inteligentes pero
de versiones anteriores. En medio de ese universo de sonidos metálicos, tridimensional
y desolado en el que habitan todo tipo de "seres", surge la figura de K (Ryan Gosling), un oficial replicante
que trabaja para la policía de Los Ángeles (LAPD) a órdenes de su superior Joshi (Robin Wright). Su único disfrute
le proporciona Joi (Ana de Armas), diminutivo
de Joy (alegría), un holograma de silueta femenina que viene a ser su novia
virtual. A raíz del “retiro” de un
replicante se descubre un hecho que desconcierta a todos y que podría acabar
con el “orden” establecido: los replicantes pueden engendrar. Joshi le ordena a
K eliminar cualquier rastro que sirva de evidencia. Es así que el oficial del
LAPD tiene contacto con la mayor empresa de bioingeniería del mundo, Wallace
Corp dirigida por el “iluminado” Niander
Wallace (Jared Leto) a través de su principal ejecutiva Luv (Sylvia Hoeks), un magnífico
prototipo diseñado por el propio Wallace. Consciente de cumplir con su misión y
de ser capaz de “sentir” cierto nivel de apego, K se encuentra
en una encrucijada, algunos recuerdos de su “niñez” se revelan como verdaderos
y decide encontrar a la única persona que podría darle respuestas: Rick Deckard (Harrison Ford), el
protagonista de Blade Runner.
Los
universos fílmicos en los que se basa y utiliza Villeneuve son de una
trascendencia que evoca lo metafísico y espiritual. El gran director canadiense
nos introduce en una historia de una realidad y plasticidad que podríamos
llamar casi única si no rescatase para sí lo mejor de la película original de
1982, logrando una fuerza visual de igual impacto y una completa
correspondencia con el imaginario futurista creado por Ridley Scott, por eso,
esta secuela es perfecta, se mueve dentro del mismo concepto, técnica y
complejidad que convierte a Blade Runner en una saga memorable. Desde la temática misteriosa, reflexiva y cautivante;
el impresionante lenguaje fílmico, es decir, la ilusión de captar una imagen y
hacerla perdurable y pura hasta la capacidad de moldear escenarios y arquetipos
donde la luz y el color sirven de lienzo y cada plano es una obra de arte.
Igual valor tienen el tiempo y las dimensiones sonoras que se estiran para
crear el resplandor y el efecto exacto y producir aquel momento mágico donde
todo parece ser celestial y aterradoramente humano.
Las
atmósferas y los climas sombríos de contaminación, radiación y muerte se
contrastan con las imágenes corpóreas, de siluetas en luces de neón, virtuales
y reales, humanas y robóticas que están en constante movimiento y trance. Los
sonidos metálicos y electrónicos de las grandes urbes desentonan con el
silencio de las zonas inhabitables impregnadas de miseria y desazón. Esta es una película donde las disonancias
son tan relevantes como las armonías. Por eso, los replicantes transitan en un
mundo imperfecto, caótico, impredecible, solitario, donde rescatar lo más
humano debe ser un acto heroico, de profundo sacrificio y al parecer los únicos
llamados a generar este cambio son los “no humanos”.
K es un
replicante que tiene dudas y confrontaciones con su lado más humano y no cesa
de preguntarse qué es en realidad, cuál es su sentido en la vida, si vale la
pena hacerse esas preguntas constantemente y si la respuesta no es quizá una
puerta abierta de dimensiones cósmicas. En ese sentido, la gran interrogante de
la película continúa siendo en qué radica la humanidad. La misma pregunta que
nos hacemos a menudo y que quizá seamos incapaces de responder en el 2049
sentados en el sofá y acariciando la etérea silueta de nuestro perfecto amor en
forma de holograma. Somos los próximos replicantes a cazar.
El virtuosismo técnico, la fotografía y el BSO
con delicadas reminiscencias al compuesto por Vangelis, la convierten en toda una experiencia de potente
dinamismo y constante perturbación. Sumado a ello habría que resaltar las
profundidades temáticas de carga filosófica que recaen en un nivel de
introspección de los personajes propias del cine de Tarkovski. Algunas escenas de la película hacen recordar a los
universos decadentes y filosóficos que se observan en Solaris o Stalker. El relato
es solemne, épico, de largos planos y algunos silencios pero también de un
preciosismo pertinaz.
Blade
Runner 2049 es una secuela brillante, reflexiva y contemplativa. Una
película que moldea la realidad con rasgos tecnológicos y virtuales afín a
nuestros tiempos donde los límites de la realidad son cada vez más discutibles
y la diversidad y el escepticismo son la regla. Todo bajo el halo inspirador de
un director que le imprime a su cine toda la intensidad, elegancia y belleza. La mejor película del 2017 hasta la fecha. BLADE RUNNER 2049 TRAILER
En el
2013 el director y escritor napolitano Paolo
Sorrentino sorprendió a todos con su excelente película “La Gran belleza”, todo un homenaje a Fellini, Roma, el pasado, la decadencia
y la creatividad como alicientes de la condición humana. Jep Gambardella (un extraordinario Toni Servillo) es un “viejo”
escritor que busca el sentido en su vida, algo que aún le motive más allá de
toda regla y convencionalismo que es incapaz de descifrar preguntándose
asiduamente si en medio de toda la frivolidad y el desencanto que le rodea puede
aún existir la verdadera belleza. Para ello Sorrentino recurre a lo más
espectacular, fantástico y acaso exagerado. Youth es algo distinta. Es menos
festiva y más reflexiva. Sorrentino deja atrás los excesos y la efervescencia y
se decanta por un relato más sosegado e intimista poblado también de personajes
solitarios, frustrados y auténticos. Youth es una hermosa película llena de
matices, colores y emociones basada en un libro del mismo director.
Fred Ballinger (Michael Caine) es un
compositor retirado que pasa unas vacaciones en un lujoso hotel en medio de los
Alpes Suizos, una suerte de paraíso terrenal. Junto a él se hospeda su mejor
amigo Mick Boyle (Harvey keitel), un
importante director que busca la inspiración para terminar su última película,
su hija Lena Ballinger (Rachel Weisz) que
acaba de sufrir una decepción amorosa, un
actor famoso con el que hace amistad (Paul
Dano) y una serie de personajes que parecieran salir de un libro de Cortázar, Rulfo o Gabo como un monje
budista que levita de vez en cuando, una pareja que nunca habla y un ex
futbolista argentino obeso y tatuado con el rostro de Marx. Fred entiende que
en el ocaso de su vida, los amigos y la familia son vitales aunque se siente atrapado
en medio de la rutina y la belleza del momento. Al final, un hecho trágico e
inesperado termina por replantear el mundo de Fred.
Entre
la historia de Fred, su negativa a dirigir a una orquesta nuevamente, sus
secretos y temores, sus extraños silencios y la relación con su hija y Mick se
desarrolla un drama firme, correcto, intenso, salpicado de diálogos
inteligentes de fino humor y reflexiones llenas de sapiencia y nostalgia. Youth es una película que brilla, ilumina y
eriza los vellos, está llena de imágenes excitantes, impecables y turbadoras.
La narrativa es muy fluida y los planos muy simétricos. Sorrentino hace gala de
su lenguaje visual vibrante y colorido, de composiciones muy cuidadas y música
trascendental que encaja perfectamente con los escenarios, la naturaleza y el
drama que encierra cada personaje.
La espectacular belleza del paisaje y el
aparente clima de tranquilidad que cubre todo se entrecruzan con los dilemas y
la fragilidad emocional de los huéspedes que parecen habitar un mundo ajeno a
todo - más espiritual - pero en el fondo tocado por las mismas sombras,
turbiedad y malicia del mundo “real”. Los personajes de Fred y Mick
son dos artistas casi octogenarios ya realizados que quieren llevar la fiesta
en paz así que se dedican a platicar sobre sus deseos, faltas, anécdotas y
fantasías y a pensar en lo que no se dijo, no se hizo ni sintió. A soñar y recordar más que a vivir.
Youth
es una película surrealista, fascinante, sensorial y profunda. Narrada con acierto
y soltura. Lo que busca Sorrentino es eternizar una imagen y detenerla en el
tiempo para disfrutarla como si fuese una última experiencia. Una
película de dramas circulares y magníficas reflexiones sobre la belleza, la
muerte, los vacíos y la incertidumbre de la vida. Una de las mejores películas
europeas de los últimos tiempos. YOUTH TRAILER
El gran realizador danés Thomas Vinterberg, uno de los
fundadores del Dogma 95 e íntimo de Lars Von Trier, rescata para sí lo
mejor del movimiento y su cinematografía para entregarnos una obra sumamente
dura, desgarradora, tensa, de una violencia soterrada, siniestra y perfectamente
narrada. Vinterberg nos ofrece un drama escabroso y lo aborda desde una
perspectiva puramente emocional, instintiva, supersticiosa y acaso, “inquisidora”,
en el sentido de que se intenta “mandar a la hoguera” a una persona sin
justificación y fuera de toda norma. ¿Qué puede ser más aterrador que el ser
humano encerrado en sus dogmas y
prejuicios?.
Lukas
(Mads Mikkelsen) es un profesor
de escuela infantil que vive en una zona rural de Dinamarca. Es una persona
afable con los niños y desconfiado con los adultos. Klara (Annika Wedderkropp) es una niña perspicaz y que vive en un
ambiente familiar extraño, hija del mejor amigo de Lukas, Theo (Thomas Bo Larsen).Una
mañana Klara acusa a Lukas de acoso sexual y todo cambia. La vida solitaria de
Lukas, el abandono de su mujer, las continuas idas de Klara junto a él, su
carácter pasivo y complaciente, todo lo que le rodea conspira contra él y le hace
culpable. En el devenir de los hechos somos testigos estupefactos de los
sufrimientos de Lukas junto a los pocos seres queridos que tiene, su hijo Marcus (Lasse Fogelstrom) por ejemplo, en
su intento de revelar su verdad al mundo.
Si esta película lo hubiese dirigido un
director formal, simplista y con una clara vena comercial, el resultado hubiese
sido muy diferente. T. Vinterberg le imprime toda la sutileza, crudeza,
imaginería y fascinación a una historia de por si polémica y lo hace a través
de una serie de escenas y planos muy inquietantes aunque deslumbrantes. El
director danés trata el tema de la
pederastia de manera inusual, invierte los papeles de víctima y victimario y
convierte un drama íntimo en un conflicto social y belicoso, capaz de desencadenar
tragedias insospechadas. Los climas
turbios, la cámara en mano, la falta de “academicismo”, la resolución directa,
desdramatizada y vertiginosa de los hechos hacen de esta película muy
encomiable, inteligente y audaz aunque penosamente destinada a un público
escaso.
Una película sin grandes sobresaltos, pero
intensa, sobria, con un ritmo preciso y una secuencia de hechos que incomodan,
hieren y buscan la introspección. Por un lado, en qué clase de sociedad tan
fragmentada como la que aparece en la ficción podemos vivir. Una en la que el
fanatismo ciego vivifica lo peor del ser humano al no escucharnos ni tolerarnos
y reducirnos a todos a nuestra condición de animales y salvajes capaces de todo
tipo de atrocidades. O quizá un tipo de
sociedad en la que el acercamiento de un adulto con una niña implica únicamente
perversión sin dejar espacio para la amistad y el contacto humano que merecemos
desde pequeños.
Al
margen de los atributos cinematográficos y el trasfondo social que pudiera
tener una película como The Hunt, es un claro acierto la presencia de Mads Mikkelsen,
el extraordinario actor de Hannibal
(2013-2015) que construye aquí un papel diametralmente opuesto al refinado
sicópata caníbal de la serie. La actuación de Mikkelsen es brillante y potente.
El personaje de Lukas es brutal. Un ser introvertido, sobrio, melancólico y
digno, que no realiza el mínimo esfuerzo por defenderse ya que piensa que su
integridad y verdad está por encima de lo que puedan pensar o sentir el resto,
craso error en un mundo donde las apariencias y los estereotipos son aún muy valorados.
Hay varias escenas que son memorables. La escena donde Lukas entra a una carnicería
una y otra vez hasta que logra que le atiendan es de una impotencia total.
The
Hunt es una película brillante, conmovedora, controversial y de una tensión
emocional que provoca reacciones inimaginables. Narrada con perfección y
brillo, desarrolla un drama que incomoda pero a la vez sirve como un espejo
para observarnos y aterrarnos de lo que somos capaces de hacer a raíz de nuestras
fobias y sospechas más profundas. Una auténtica obra maestra que hay que ver y
sentir al máximo. THE HUNT (LA CAZA) TRAILER
César
Castillo (José Sopan) es un joven que vive en Cascas, un pueblo de la
serranía peruana a la espera de cubrir una plaza de maestro de escuela en la ciudad
capital de Trujillo. Su inexperiencia y la fuerte competencia hacen que acepte
un puesto en Santa Cruz de Toledo,
un pequeño centro poblado alejado del mundo, como maestro de la única escuela
de la zona. La pobreza y el frío ahí contrastan con la calidez de sus
habitantes y la belleza del paisaje. Luego de unos días llega Juanita (Ana Paula Ganoza),una joven profesora natural de Trujillo
con la que César se relaciona al igual que todos hasta que es rescatada por su
madre. Tras pasar unas cortas vacaciones César tendrá que elegir entre seguir
su camino o volver a Toledo. Película de
múltiples referencias, minimalista, de planos fijos y duraderos, Chicama es la
obra de un director de mucho talento y oficio que a pesar de contar con
recursos limitados es considerada por muchos como la mejor película peruana del
2012.
El director trujillano se nutre
de los influjos del cine de directores tan “naturalistas” como Kaurismaki, Jarmusch o los Dardenne, para
realizar una película rodada a manera de un documental, libre de dramatismos,
artificios y fuera de todo afán aleccionador. Un cine más bien contemplativo
que busca una mirada serena y diáfana de la realidad. El protagonista es un
joven que como muchos jóvenes en su condición busca trabajo en la gran ciudad
para salir del atraso y se ve obligado a transitar por experiencias de todo
tipo, desde servir en una escuela rural, disfrutar del mar, tomarse unas
cervezas en la calle hasta bailar con una linda profesora, pequeños “anécdotas”
que observamos con disimulo sin saber exactamente cómo reaccionar. Algunas de
las historias son fragmentarias como los amigos que nunca volvemos a ver o las personas
que nos marcaron pero desaparecieron con el tiempo.
Chicama es una película de
simbolismos, silencios y elementos muy básicos donde todo fluye de manera rutinaria
y simple. La relación de César con la naturaleza se basa en el contacto humano
y el hecho de pertenecer a una comunidad para afianzar lazos con el otro. César
no es infeliz pero se siente atrapado. Su espacio de acción es mínimo, pero
decide actuar y continuar sin saber exactamente qué le depara el futuro. La escena
en la que Juanita le pide que le cuide mientras orina es de suma vitalidad para
él, le permite por lo menos “intimar” con ella sabiendo fatalmente que no
podría ir más lejos.
Lo que busca Forero es transmitir
sensaciones a través de una historia de aprendizaje narrada con total espontaneidad,
por eso, los diálogos son casi improvisados, las locaciones son reales, las
luces artificiales no existen y los actores
no son profesionales. Tambien hay un transfondo social importante que tiene que
ver con la educación, la falta de empleo, el drama de los migrantes, etc. La
historia de César guarda cierta similitud con la fabulosa cinta de Zhang Yimou, “Ni uno menos”. Si bien
ambas nos muestran una dura realidad y las
desigualdades extremas de los ámbitos rurales, “Ni uno menos”, nos da una gran leccion de vida, a diferencia de
Chicama, cuya intención es simple: contar las aventuras de un joven provinciano camino
hacia la adultez.
Chicama es una película cálida,
pausada, profunda y luminosa. Utiliza una narrativa que sigue el ritmo del
espacio andino donde el tiempo se detiene y todo se vuelve más errante, íntimo
y nostálgico. Una de las mejores películas del cine peruano cuya originalidad
marca el camino de uno de los directores más importantes de la actualidad que
hay que seguir con atención. CHICAMA TRAILER
En una de las escenas más llamativas de Laurence Anyways, un profesor de literatura se presenta a su instituto y recorre el
largo camino hacia la cafetería vestido de mujer ante la mirada atónita de
muchos estudiantes. Uno de sus colegas se acerca y le dice: “¿Qué intentas, una
revuelta?” y él/ella le responde: “No. Una revolución”. Transgresora hasta
cierto límite, llena de matices, colores, música y escenas liberadoras, al
igual que efectista y excesiva por momentos. Se podrían mencionar muchos
atributos y desaciertos sobre la película pero ante todo, Laurence Anyways es
un drama complejo y humano, que posee una estética provocativa y que confirma el
talento de uno de los directores más prometedores de la actualidad: Xavier
Dolan.
Narrada con una intensidad inusual y con cambios de
ritmos casi asfixiantes, la película del director canadiense se inicia con la
frase de un escritor desafiando a las personas que cuestionan todo lo que
consideran fuera de lo “normal” y busca que los demás traten de entender “su
lenguaje”. Un mensaje directo al espectador. Luego de ello, conocemos a los
protagonistas, Laurence Alia (Melvil
Poupaud),un profesor y escritor
y Fred Belair (Suzane Clément), una
asistente de producción de Tv y cine. Ambos viven un tórrido y auspicioso romance
que se trasluce en imágenes excitantes y música pop hasta que Laurence le
confiesa a ella que es transgénero y que siempre se ha sentido una mujer pero
que aún así la ama con todo el corazón. En un inicio Fred intenta sobrellevar
la relación, incluso decide apoyar la “transformación” de Laurence, pero más
tarde se da cuenta que continuar con él es casi imposible y decide separarse para
iniciar una nueva vida. En el transcurso de una década somos testigos de la
historia de ambos, separados por la distancia pero unidos por los recuerdos, sentimientos,
deseos, melancolías y la ilusión por verse. Las pocas veces que logran reunirse son
determinantes para darnos cuenta que lo suyo es un amor romántico y trágico que
va más allá del tiempo y la sexualidad de sus protagonistas.
Xavier Dolan posee un estilo único,
utiliza una narrativa fluida, vibrante e irregular por ratos aunque con varios
toques de frescura y originalidad que convierten la película en una experiencia
completamente sensorial, mágica y espiritual. La música es uno de sus mayores aciertos que sirven
de nexo con la linea narrativa de la historia e intensifican la intimidad del momento
dramático para otorgarle ligereza y frenesí. La cámara en mano, la espontaneidad y
el realismo de los diálogos, los planos cortos, la fotografía colorida, etc.,
todo es muy seductor y penetrante. Xavier
Dolan se vale de ello y más para conseguir envolvernos en su historia e
identificarnos con sus personajes. Quizá el montaje sea algo excesivo pero la
línea argumental es verosímil. Hay momentos de mucha belleza y un refinado manejo
de la imagen que lo emparentan con el cine de vanguardia de directores claves como
Godard y Almodóvar. El videoclip con
la canción “Fade to Grey” de Visage es uno de los momentos más lúdicos,
brillantes y emotivos de la película. Aquí Fred se desinhibe y se libera de las
ataduras de su relación con Laurence, la música hace eco de su sentir y de su desdichado
devenir, de hecho, marca el final de la primera parte de la película, aquella
en la que los amantes se separan.
La parte final de la película es más reflexiva y
nostálgica. Llena de referencias del pasado, lugares comunes, momentos de luz y
oscuridad. Fred vive con un hijo y con un marido pero alejada de todo al igual
que Laurence que vive con una mujer a la que no ama. Ambos están solos a la
espera de que algo realmente motivador e inspirador les ocurra. El final es un
alegato en favor de la igualdad y la diversidad, nos recuerda que detrás de
cada cuerpo y sexo hay una persona con sentimientos, valores y racionalidad que
es única y cuya esencia va mas allá de cualquier tipo de género.
Un discurso motivador y controversial aún en la actualidad. De ahí el título traducido
de la película: “Laurence, de cualquier forma”, sea hombre o mujer, sigue
siendo Laurence Alia.
Laurence Anyways es una película fascinante, potente y
triste. Narrada con total libertad y con una estelización de los momentos dramáticos
muy cautivadora. Una historia de amor terrible, insólita e intensa, de esas que
solo ocurren en las películas y que son capaces de sobrecogernos por horas. De
paso, toca un tema polémico que hay que ver de frente con tolerancia y
paciencia. Una de las mejores películas de la década hecha por uno de los
directores más vanguardistas y jóvenes de la actualidad. LAURENCE ANYWAYS TRAILER