domingo, 5 de marzo de 2017

LA LA LAND (Damien Chazelle, 2016)




Un joven y obsesionado baterista de jazz le confiesa a su chica que lo mejor sería terminar la relación ya que él tiene que usar todo su tiempo para ensayar, perfeccionar su técnica y ser el mejor. Ella consternada le pregunta: ¿de verdad piensas que yo te perjudicaría en tu carrera?. Él asienta. Ella le tilda de loco y luego se retira. La escena pertenece a la extraordinaria Whiplash (D. Chazelle, 2014) y sirve para retratar los límites de la pasión, el amor por la música, la búsqueda de la perfección, el sacrificio y la lucha constante como vías de crecimiento y liberación, etc., temas cruciales que sirven de estímulo para el novel director D. Chazelle. Algunas de estas ideas y la narrativa de este cineasta son perfeccionadas en su siguiente película: La La Land (La ciudad de las estrellas).

La vida es un musical. Todo nuestro entorno está rodeado por sonidos: la propia naturaleza, el ruido de la modernidad, sonidos estridentes, la tecnología, la voz humana y la música. El silencio no existe. La música es un medio de sobrevivencia: consuela, divierte, entristece, apasiona y juega con nosotros. La vida sería caótica sin música y sin historias de amor como la que protagonizan Sebastian Wilder (Ryan Gosling) y Mia Dolan (Emma Stone).



Mia es una aspirante a actriz que sirve en una cafetería dentro de un estudio de cine. Vive el gran sueño de Hollywood esperando la fama y el reconocimiento. Ella es persistente, emotiva, divertida, con poca suerte en el amor y estresada por los castings que pasan sin suerte. Sebastian es un pianista apasionado por el jazz y la buena música. Él es discreto, inconforme, taciturno y sobrevive tocando en clubes y fiestas compartiendo con gente que no entiende de su arte. En un instante, en medio del silencio y de un público indiferente, ella se acerca y le dice: “Te oí tocar y sólo quería decirte..” y ¡zas!, él choca contra ella y la deja a un lado. Ese momento mágico es el preludio para una tempestuosa historia de amor.



Luego de aquel incidente, Mia y Sebastian se reencuentran, logran conocerse y enamorarse no sin antes deslumbrarnos a través de la danza y el ritmo contagioso de varias secuencias musicales que rescatan lo mejor del género.  En efecto, son estos momentos los que convierten a D. Chazelle en un gran orquestador que logra fascinarnos e impresionarnos con hermosas secuencias de baile perfectamente sincronizadas y ejecutadas por un par de actores talentosos y un conjunto de travellings y planos de lujo con escenarios de ensueño. Todo funciona a la perfección y es narrado con maestría y elegancia, desde los colores, los vestuarios, los decorados, las coreografías hasta la banda sonora adictiva y precisa. En suma, una puesta en escena inolvidable que representa lo mejor de la película. La escena en la que Mia y Sebastian alzan vuelo y bailan entre las nubes y las estrellas es de una belleza celestial. Lo que sigue es una historia cautivante y nostálgica, llena de sueños y sinsabores en donde el amor sirve de coraza y refugio pero la realidad se impone.




Por eso, La la Land es un musical atípico, diferente, que festeja el amor, la vida, el cine y la música pero lo hace sin alejarnos del drama y la angustia por sobrevivir en un mundo de pocos colores y sonidos. El musical se hace potente y funciona porque revitaliza la felicidad y la energía del amor como alicientes para luchar contra todo, incluso el hecho de llevar una vida de fracasos y sueños imposibles donde pocos te entienden y valoran. Las coreografías y la canción “City of Stars” que acompaña a la pareja en todas las estaciones de su relación no distorsionan el “realismo” de la película, más bien la complementan y todo se hace verosímil y auténtico.



La segunda parte de la película se convierte en un melodrama donde el baile apenas aparece, salvo la magnífica secuencia final y la escena donde Mia interpreta una triste canción que reivindica a los soñadores y románticos del  mundo. Por cierto, la actuación de Emma Stone es impecable y llega a la cúspide en esta escena. Su personaje es mucho más intenso que el de Ryan Gosling. Ambos protagonistas logran una gran sintonía que es primordial para sostener el drama. En una breve escena Sebastian convence a Mia para dejar en “stand by” su relación ya que ella tiene que dedicarse por entero a la actuación. Ambos prometen que se amarán por siempre y la escena se cierra en un azul crepuscular.
  

La La Land es una maravillosa película llena de magia e ilusión. Un homenaje al cine clásico, al amor que conmueve y dulcifica la vida, al romanticismo, al jazz y a los musicales que hemos olvidado y que están desapareciendo. La La land es una reivindicación de lo mejor del cine como espectáculo de masas. El séptimo arte en toda su extensión.  


LA LA LAND   ESCENA



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