domingo, 18 de agosto de 2019

EL CABALLO DE TURIN (Bela Tarr, 2011)




Un caballo herido azotado vehementemente por su dueño defendido por el mismísimo F. Nietzsche a plena luz del día emprende el largo y penoso regreso a casa en medio de la vorágine y las inclemencias del clima y el entorno duro y ruinoso de la familia que lo acoge. Un viejo, su hija y el caballo son testigos silenciosos de una realidad que parece inmutable y frágil, donde el tiempo parece detenerse y donde la sobrevivencia es la regla; el mito del eterno retorno de Nietzsche de las penas y vivencias que se repiten una y otra vez se hace manifiesto en esta película.




Los hechos intrascendentes, el sentimiento trágico de la vida, el nihilismo y la muerte de Dios, ecos del  filósofo alemán, son algunos de los temas que se dejan entrever y sirven de base para poder entender la trama. Desde una papa que sirve de alimento diario hasta el caballo enfermo y lánguido que a duras penas puede caminar y servir de herramienta a la familia, todo narrado con un sentido de atemporalidad y realismo extremo y extenuante que difícilmente deja indiferente al  espectador.




Para esto el director húngaro hecha mano a la introspección y a la meditación   más profunda y detallada de los hechos a través de una serie de planos fijos donde observamos en tiempo real escenas terrenales dentro de la cabaña como el acto de dormir, pensar, comer, soñar, sacar al caballo y contemplar ya sea el horizonte por una ventana sucia, la poca luminosidad de un candelabro apunto de apagarse o el mismo vacío caótico dentro y fuera de la cabaña que parece infinito.




La contundente sobriedad de las imágenes y el clima austero lleno de atmósferas de constante extinción y precariedad aluden a un sentimiento de fatalidad y monotonía que es el devenir en la película, como dijera uno de los protagonistas: “la nobleza ha muerto y el hombre ha degradado todo”. La realidad agobiante hostiga y la sobrevivencia es la lucidez frente a esa realidad, por eso todo continúa y fluye a pesar del caballo que se resiste a andar, los gitanos que roban la poca agua que queda en el pozo y el fuego de la lámpara que se extingue llenando absolutamente todo de oscuridad.




Es interesante que el director húngaro homenaje a Nietzsche desde su ausencia y a través del caballo que este abraza con fuerza mostrando humanidad y compasión ya que la anécdota es real. Desde entonces el famoso filósofo se encierra durante 10 años y termina loco. Magnifico símil con la tragedia del caballo que defendió y la de sus dueños. B. Tarr utiliza una fotografía en blanco y negro intensa y llena de claroscuros como la vida misma.


El caballo de Turin es una película arriesgada, compleja, cruda y potente en su discurso. Una magnifica lección de filosofía y humanidad, narrada con luminosidad y cadencia y una belleza visual que la vuelven imperecedera.



EL CABALLO DE TURIN TRAILER