M.
Scorsese vuelve a la palestra con una película que ahonda su lado
más espiritual y contemplativo del mismo modo que lo hiciera en películas
memorables como Kundun (1997) y La última tentación de Cristo (1988)
aunque en este caso deja entrever una mirada más serena y lúcida propia de su
madurez artística y confirma su gran dominio del lenguaje cinematográfico.
Para ponerse a prueba, el
director ítalo-americano se inspira en una novela homónima (y muy reconocida en
la década de los 60s) del autor japonés Shusaku
Endo, que narra la tragedia de un grupo de jesuitas a mediados del Siglo
XVII en su afán de llevar el cristianismo a tierras niponas. Si bien la película
y la novela cumplen con su función histórica, ambas sirven de reflexión sobre
los senderos de la fe y el espíritu en medio de la represión religiosa y
sobretodo trata de responder una pregunta clave: ¿hasta dónde somos capaces de
llegar en nombre de Dios?.
La historia sigue las
desventuras de dos jesuitas, Sebastiao
Rodrigues (Andrew Garfield) y Francisco Garrpe (Adam Driver) que se
ven obligados a viajar a la ciudad de Nagasaki en busca de su mentor, el padre Ferreira (Liam Neeson) acusado de
apostasía. En su trayecto logran contactar con algunos pueblerinos convertidos
al cristianismo que secretamente y con temor a las represalias del cruel inquisidor (Issey Ogata) les ayudan y brindan protección. Ambos son testigos
del extraordinario fervor religioso de los conversos capaces de sufrir
martirios en lugar de renunciar a su fe. Cuando la situación se hace
insostenible los misioneros deciden separarse y luego son capturados por el
inquisidor. Lo que sigue es el suplicio constante al que someten a Rodrigues
con el objeto de quebrantarlo para traicionar sus creencias; una lucha interna
entre fe y razón, cuerpo y espíritu se desata en él y termina por representar
su propia pasión.
Si bien el tema religioso está
presente en la mayoría de películas de Scorsese, el gran director católico se
encarga de ir más allá e inmiscuirse en los terrenos de la fe y la psicología
del individuo consagrado a Dios y a la religión. El monje interpretado por
Andrew Garfield vive su propio tormento siendo testigo del calvario de muchas
de las personas que ven en él una especie de redentor y ven en la muerte, una
suerte de expiación y liberación. Por eso, Rodrigues cuestiona
constantemente si vale la pena tanta tortura y si en verdad el dolor y el
sufrimiento son los verdaderos caminos de la fe. En una escena memorable y
desgarradora el monje jesuita escucha o imagina escuchar a Dios pidiéndole que
cese su tormento y que se rinda para salvar a otros. La escena es tan
cristalina y espiritual (nos manifiesta al Dios amor en contraposición con el
Dios castigo), que recuerda la escena de la “niña” que se aparece ante Jesús
crucificado y lo libera de su “cruz” en el controvertido filme La última tentación
de Cristo.
Polémica aparte, a similitud de la película mencionada de Scorsese que
termina con un final reivindicatorio y que hace de ésta una de las mejores
películas cristianas de todos los tiempos, Silence tiene uno de los finales más
sublimes de la historia. La película busca trascender el tema espiritual innato en cada uno al sobrellevar el drama de la fe y los límites de
ella de una manera profunda e integral, en nuestro interior, como seres humanos
capaces de amar y perdonar y de manifestar la raíz misma (creo yo) de la fe
religiosa: servir a los demás.
Por otro lado, Silence es una
película de una factura técnica impecable. Desde los escenarios y la magnífica fotografía
que resalta la solemnidad y los climas sombríos que sobresalen durante todo el
metraje hasta la luminosidad de las imágenes, los planos fijos y contenidos, la
ausencia de banda sonora y las interpretaciones de primer nivel de los actores
principales y secundarios. Todo el lenguaje de la película está al servicio de
la historia y busca impactarnos, conmocionarnos y poner a prueba nuestra
humanidad, nuestros instintos de supervivencia y nuestra disposición casi
natural de creer en algo.
Silence es una brillante
película que funciona como un viaje emocional y espiritual por los derroteros de
la fe. Una obra intensa, poderosa, cruda y reflexiva que busca compenetrarnos con
lo más hondo de nuestro ser, Dios y su silencio. Tendría que convertirse con
justicia en un clásico del cine religioso y consolidar la reputación de Scorsese como uno de los grandes creadores de nuestro tiempo.
SILENCE TRAILER
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